Dret humà a l'aigua i al sanejament

El agua, un derecho humano

10 de diciembre, 65 aniversario del Día Internacional de los Derechos Humanos

 

¡Qué libre bajaba el agua

por las riberitas verdes!

¡Qué ganas de ser de nadie

y de ser de todos tiene!

Del Romance del agua libre

Font: Lanza digital

Autor: Juan Garrido Morales, miembro del Consejo Local de Cooperación al Desarrollo, en representación de la Comisión 0´7% y miembro de la Plataforma contra la Privatización del Agua de Alcázar

El 28 de julio de 2010, a través de la Resolución 64/292, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que un agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la realización de todos los derechos humanos. La Resolución exhorta a los Estados y organizaciones internacionales a proporcionar recursos financieros, a propiciar la capacitación y la transferencia de tecnología para ayudar a los países, en particular a los países en vías de desarrollo, a proporcionar un suministro de agua potable y saneamiento saludable, limpio, accesible y asequible para todos.

Esta resolución de las Naciones Unidas contrasta con “el vigente modelo neoliberal de globalización, que lejos de frenar la degradación ecológica, reducir las desigualdades y garantizar a los más pobres derechos fundamentales, ha entregado la gestión del agua al mercado, convirtiendo esta gestión en una nueva oportunidad de negocio, acelerando la depredación de los recursos hídricos y aumentando la vulnerabilidad de los más débiles” según palabras del profesor Pedro Arrojo, premio Goldman 2004, publicadas en la revista Cristianismo y Justicia, en el cuaderno nº 168, con el título “Crisis Global del Agua: valores y derechos en juego”.

En la actualidad se estima que 1.200 millones de personas no tienen acceso garantizado al agua potable, y de mantener las tendencias vigentes, el número alcanzaría los 4.000  millones en 2025.

En síntesis, también en palabras de Pedro Arrojo,  afrontamos una crisis global del agua por la convergencia de varias fallas:

De sostenibilidad: por contaminación y detracciones abusivas en ríos, lagos y acuíferos, construcción de grandes obras hidráulicas y deforestación masiva.

De inequidad y pobreza: que dispara la vulnerabilidad de las comunidades más pobres frente a la quiebra de los ecosistemas acuáticos.

De gobernanza: por los problemas de corrupción y las presiones de privatización de los servicios de agua y saneamiento.

De institucionalidad democrática global: que permita hacer del agua un espacio de colaboración entre los pueblos y no de confrontación y dominación.

En este contexto, más allá de impulsar cambios político-institucionales y mejoras tecnológicas, se requiere un nuevo enfoque ético, basado en principios de sostenibilidad, equidad y no-violencia. Nos encontramos, pues, ante la necesidad de promover una “Nueva Cultura del Agua” que recupere, desde la modernidad, la vieja sabiduría de las culturas ancestrales basadas en la prudencia y en el respeto a la naturaleza.

Está claro que la idea que todos tenemos del acceso universal al agua, tanto para ricos como para pobres, nos permite situarlo en el espacio de los derechos humanos. Entonces,  se hace necesario una reflexión ética y su correspondiente proyección política, teniendo en cuenta que desde el punto de vista de los derechos humanos somos ciudadanos y no clientes. Los valores de equidad y cohesión social vinculados a servicios básicos, como los servicios de agua y saneamiento (junto a sanidad, educación, seguridad ciudadana,..) desbordan la sensibilidad de la lógica de los mercados, y como dice Pedro Arrojo, pedirle al “mercado” que gestione este tipo de derechos es como pedirle “peras al olmo”.

En la Pastoral del Agua, un valioso documento de Luis Infanti de la Mora, obispo de Aysen, Chile, plantea como un desafío de su comunidad “Replantear el marco legal constitucional de los derechos de propiedad, para evitar la privatización, el monopolio y la mercantilización del agua, para que este bien básico y esencial para la vida, sea asegurado como un derecho de bien común”, porque “el agua es el don más extraordinario de todos los que contemplamos, sobre todo si lo comparamos con la alarmante y progresiva escasez de agua que hay en muchas partes del planeta”.

Son muchas voces las que se alzan en el planeta por el cumplimiento de los Derechos Humanos y en el caso concreto del agua también debemos de tener en cuenta el testimonio del Papa Francisco, poniéndose la camiseta de “El agua vale más que el oro”, en el encuentro con un diputado argentino, el pasado mes de noviembre.

Sabiendo que el agua es necesaria para beber y para vivir, para la higiene y la limpieza, para la producción, para la supervivencia de la naturaleza. Necesaria, imprescindible, y por ello, un derecho de todos, de todas. Pero, por eso también, porque ninguno podemos prescindir del agua, se ha convertido en objeto de deseo de los que quieren convertirla en negocio, en beneficio para unos pocos, quiero hacer un llamamiento a realizar una reflexión profunda en este Día, sobre el agua como un derecho humano.

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